domingo, 9 de octubre de 2011

A los grandes hombres, la patria reconocida


París es Voltaire, Napoleón, Rousseau, Luis Catorce. París es todo grandeza, es enorme e inabarcable. Jim Morrison, El Fantasma de la Opera, DeGaulle y Renoir. Berlín es historia reciente, vieja modernidad y calmada emoción. Un muro y mil mitades, una pared y mil huidas poéticas. Flandes es toda belleza, tranquilidad y también odio fraternal. Bélgica son pueblos, campos, batallas y héroes. Brujas solo existe en las películas, Gante se creó para ser admirada. Bruselas es Europa, y además vida, alegría y placer. Bruselas rezuma música y arte por los cinco lados de su centro. Museos callejeros, locura transitoria, Magritte, Horta, Schuman, Jazz. Londres es luz y multitud, ciudad cargada. Dublín es el sueño del clochard español, o la puerta del Temple Bar. Roma es el legado y la memoria de los antiguos. Praga es la cabeza de otro nuevo mundo, del nuevo siglo. Viena es un anacronismo de gloriosas épocas, ciudad monarca que no se deja contemplar a mundano pie. Luxemburgo es el paraíso del aseado y del pudoroso. Ámsterdam es hermosa y única, la mas próspera de las ciudades dejadas de la mano de Dios. Venecia es un sueño de amor que despierta con hedor. Florencia es puro arte, cultura, y la herencia de los genios.

Pero, como si nada de lo que el mundo ofrece fuera suficiente, yo, como Sabina, me quedo en Madrid.


Mi bici y yo, París, 2009




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