domingo, 23 de febrero de 2014

Hoop Dreams (y III)

El siguiente escenario tenía que ser mejor. El equipo iba bien, sus compañeros confiaban en él, se sentía importante, y sus sueños de llegar lejos dedicado a su pasión eran renovados con fuerza. La vida en la escuela era soportable, él daba todo en el equipo y el equipo le devolvía las fuerzas que necesitaba para seguir adelante con los estudios. Joe se alegró por un momento, y luego dejó pasar una idea que golpeteaba insistentemente su cabeza, y a la que en principio no quería dejar entrar. Había que pagar la escuela, al menos la mitad. Y había conocido suficiente a su familia como para saber que eso no iba a ser fácil. De hecho iba a ser muy dificil. Desde el principio lo supo. Pero todo se podría arreglar, se harían esfuerzos, se pediría ayuda, todo por intentar seguir con el sueño. Pero Joe lo había sabido desde el día que el hombre del chándal se acercó a ellos en la cancha. No podrían pagar durante mucho tiempo. ¿Qué pasaría cuando la mensualidad no se pagase? ¿Qué haría la escuela? Pensó en la crueldad del sistema americano, pensó en lo que había leído en las noticias sobre el hombre que no podía pagarse el médico y se murió sin que nadie hiciera nada. Pensó en lo que había visto con Will. Sabía que lo echarían. Sabía que al segundo, o tercer mes quizás, sin completar el pago de la matricula, la escuela echaría a Will por procedimiento. Ni siquiera las canastas más valiosas se pueden convertir en dinero.

Joe se sentía fatal cuando terminó de elucubrar. No encontraba salida para Will, todos los caminos conducían al fracaso, a la decepción, a los sueños rotos. Quería pensar que de alguna manera finalmente podría pagar, que de alguna forma completaba los cuatro años y terminaba la escuela mientras se convertía en un gran jugador. Quería creerse que cierto benefactor caido del cielo ayudaba a la madre de Will a sacar adelante su vida ocupándose de los recibos de la escuela. Quería que alguna universidad importante se fijara en el atlético chaval de dieciocho años del que todos en el mundillo del baloncesto escolar hablaban, y le ofrecieran una plaza con el único objetivo de incorporarlo a su equipo. Joe sabía que esta era la práctica habitual, que las universidades eran el vivero de los equipos profesionales, que los grandes jugadores se matriculaban en cualquier cosa con tal de archivar sus suspensos en una universidad cuyo equipo ganara campeonatos. Este era el camino, el auténtico camino por el que los sueños de Will transitarían hasta convertirse en realidad. Era un camino que muchos chavales jamás avistarían, pero que él había conseguido comenzar. Pero era un camino plagado de puertas, puertas cerradas, y Will era un hombre que había nacido sin llaves.

Joe aún tardo unos días en aceptarlo, pero finalmente se rindió. El hombre del chándal había arruinado la vida de Will.


domingo, 16 de febrero de 2014

Hoop Dreams (parte II)

Era un sueño realmente largo. Un día Will estaba hablando con algunos compañeros de clase, cuando alguien dijo algo que cambió por completo la forma en que  Joe captaba lo que estaba ocurriendo:
“Tenía firmada una beca para cuatro años, tío, le habían ofrecido pagarlo todo durante los cuatro años, y ahora de repente no le quieren“ –;  -“menuda mierda, colega, esa gente de las escuelas caras es peor que los banqueros, solo quieren ganar toda la pasta que puedan, y su juego somos nosotros“ – respondía otro .-  “ya te digo, además soltando el rollo de la mala perspectiva académica y tal, cuando todo el mundo sabe que ha sido por la puta rodilla“ -  dijo un tercero - “el año pasado cuando vinieron a verle les importaba un carajo sus notas, con tal de que hiciera algo y viniese a clase sabian que acabaría pasando de curso“ .
Poco tiempo después un tipo en chándal se acercó a Will un día que estaban jugando en la cancha del barrio. Le dijo que con su potencial podría jugar en un buen equipo, en una buena escuela. Que le darían una beca para que su familia no se preocupase por el dinero, que le pagarían la mitad de la matricula cada año, y podría jugar al baloncesto en un equipo de verdad. El paquete completo, el sueño cumplido. Joe se despertó de golpe.


Al día siguiente pensó en Will varias veces. Pensó que seguro que habría aceptado, pensó que su madre se alegraría de saber que iba a estudiar en una buena escuela, pensó en cómo iba a pagar la otra mitad de la matricula. Pensó que quizá Will se lesionara como le pasó a aquel otro chaval, que finalmente la escuela no querría a un mal estudiante que además no podía jugar bien al baloncesto. Se planteó si eso sería bueno para él, a la larga. Al día siguiente su sueño le perseguía. Su cabeza planteaba varios escenarios posibles, sabía que sería imposible saber qué había ocurrido con Will, pero Joe esperaba encontrar una salida en la que su propio razonamiento le asegurara que había podido acabar bien.
La primera opción era clara: tras su ingreso, Will no había sido capaz de acostumbrarse a una escuela de mayoría blanca de otra clase social, y lo había dejado antes de que pudieran plantearse problemas mayores. De vuelta a su vida normal, disfrutando del baloncesto callejero, habría retomado su sufrimiento en las aulas y su dominio de los patios. Sin embargo a Joe no le gustaba la idea de que Will dejara escapar una oportunidad de ese calibre así como así. Ni creía que fuera a hacerlo en realidad. Su pasión por el basket era demasiado fuerte, y sabía que no abandonaría tan fácilmente. Ese fracaso le acompañaría siempre, por no hablar de que sus días de suspensos y sus noches de barrio le conducirían con toda probabilidad a una vida problemática, si es que llegaba a cumplir los dieciocho. Descartó esa idea, no era un buen final.
La siguiente idea de Joe fue en dirección opuesta a la primera: Will soportaba la nueva vida, se hacía con las riendas de un mundo que no era el suyo, y mientras tanto disfrutaba jugando al baloncesto. De hecho era la estrella, por qué no. La minoría negra en esas escuelas dominaba en los deportes, eso estaba claro, y desde luego Will era muy bueno. Podía perfectamente haberse convertido en el líder del equipo, ese al que le confían el último balón, el que decide la victoria o la derrota, el que marca la diferencia entre una tarde de perritos y un mal rato que intentar olvidar con rapidez.  Pero los chicos jugaban duro, y no era raro que algunos se lesionasen, incluso de gravedad. Los médicos en esos casos siempre eran muy cautos, los chavales se podían pasar meses sin jugar bajo la prescripción de “evitar el mal mayor“. Perderse unos partidos no era nada comparado con arrastrar problemas durante mucho tiempo por causade una mala recuperación. Pero para Will su físico era su beca, su salvoconducto. Sin aportar sus puntos a su equipo, la escuela no sacaba de él nada mas que suspensos y problemas en los pasillos. No tardaría en verse invitado a marchar. Joe desechó en seguida la idea, una lesión sería el fin del sueño de Will, no quería verle sumido en una vuelta a casa en la que el fracaso se uniera a la incapacidad de jugar al baloncesto como antes. Sería aun peor.


domingo, 9 de febrero de 2014

Hoop Dreams (parte I)

La cosa acabó mal. Después de ir ganando con soltura a los mequetrefes del barrio de abajo durante todo el partido, una mala racha en el último cuarto sumada a un buen saco de suerte por parte de ellos acabaron con las ilusiones del equipo, las de Joe, y las del vendedor de perritos de la primera esquina, que sabía muy bien que los días de victoria los chavales comían el triple.
Joe jugaba al baloncesto desde hacía varios años, pero nunca se había sentido realmente un jugador. No tenía esa llama en su interior que había visto en otros, no sentía la necesidad de entrenar duro para mejorar, ni mucho menos pensaba en dedicarse al deporte a tiempo completo en el futuro. Simplemente se lo pasaba bien con los muchachos. Sin embargo ese día la derrota le dolió. Quizá fue la clásica enemistad que les unía con el barrio de abajo, quizá fue algo mas. Joe no se preocupó de pensarlo mucho; a veces uno caminaba con ciertos sentimientos que no podía explicar, pero desde luego no le impedian seguir caminando. Esa noche se fue a la cama con la sensación de que iba a soñar. Al menos, pensó, para eso servirían sus absurdas emociones, esas tan incoherentes consigo mismo. Y soñó.

Cuando abrió los ojos lo primero que le llamó la atención es que era negro. Por fin, pensó, mientras se miraba entre las piernas. Luego miró a su alrededor con algo de desilusión, pero con gran curiosidad por el mundo que le rodeaba. Desde luego no era un lugar donde los billetes hubieran llovido del cielo. Se diría que ni siquiera había chispeado. Pero el lugar emanaba sensaciones fuertes, sufrimiento, lucha, y mucho, mucho baloncesto. Joe entendió y de alguna forma se llevó una segunda desilusión. No habría gran historia si la cosa giraba en torno al deporte, ese era un tema que se asociaba con el entretenimiento, la diversión, pero él ya le había cogido el gusto a las cosas con profundidad. Se acordó de Cousteau. De todos modos puso atención a lo que le ocurría.
Con ese punto de vista único que le daban sus sueños, Joe conoció a Will, y conoció sus fantásticas habilidades baloncestisticas. También conoció a su madre, amorosa e ignorante, que esperaba que hubiera algún futuro para su hijo pequeño. Conoció a su tío, trabajador a ratos, entrenador personal a tiempo completo, jugador frustrado en el corazón. De alguna forma, estaba intentando conseguir a través de Will lo que la vida y el sistema universitario le había negado a él unos años antes: triunfar en el baloncesto, llegar lejos, ganar tanto dinero como para poder comprar una casa a mamá. Conoció también a su entrenador, que le consideraba el mejor en su equipo pero se olvidaba de que también era una persona. Como el resto del sistema deportivo escolar, sabía que había mucho dinero y muchos intereses a la sombra de los chavales, y vivía para ello. Conoció a sus profesores, que luchaban por hacerle aprender algo mientras le explicaban una y otra vez que sin buenas notas no podría seguir jugando al baloncesto cuando creciera. Joe se sintió mal por el pobre Will, él solo quería jugar al baloncesto y parecía que todo dependía de que aprobase sus exámenes. Pensó que él jugaría lo mismo en su equipo si suspendía alguna asignatura, como si sacaba un puñado de sobresalientes. Pero Will no era capaz de aprobar sus exámenes, le faltaba interés, concentración, quizá su cabeza ya estaba demasiado llena por la ilusión de que el baloncesto le sacaría de una vida triste, que con el baloncesto haría feliz a su familia, que con el baloncesto él sería feliz.