domingo, 11 de marzo de 2012

buscando un momento


Llegué a la piscina a eso de las once de la noche. Baig tenía turno nocturno aquel fin de semana. Los jodidos ricos y sus piscinas, alguien tenía que quedarse vigilando por las noches, no podían dejar que los chavales de las barriadas cercanas se dieran un baño gratis. A Baig le tocaba vigilar a los gamberros que se querían colar. Y nosotros le hacíamos compañía, al menos unas horas, antes de dejarle sólo, cuando él luchaba por no quedarse dormido mientras escuchaba los ruidos de la noche.


Aquel día alguien había traído material. Tomamos algunas cervezas, nos reímos, nos bañamos. Encontramos artilugios extraños en el cuarto de la enfermera, y en el cuarto de los trastos. Había realmente de todo en el cuarto de los trastos. Nos reíamos mucho y teníamos todo para nosotros, eran buenos ratos. El hermano de Baig hacía también turnos de noche pero ese día libraba, así que se ofreció a llevarse a los chicos a casa. Al día siguiente tenía que levantarme pronto y coger la carretera, había hablado con viejos compañeros de ir juntos a algún sitio. Siempre estábamos hablando de ir a sitios, pero aquella vez iba en serio. Decidí que también debía irme a casa y dormir un rato.




Me despedí de los chicos y me volví hacia la vieja Suzuki de mi padre. Quería a esa moto, joder. Arranqué el motor, y me centré un poco antes de ponerme en marcha. Aquella cálida noche de agosto no podía ser mejor para un paseo por las calles desiertas. El viento chocaba en mis brazos desnudos mientras sentía la velocidad y la emoción de las curvas. Ir en moto era lo mejor que había en el mundo. Disfruté ese momento.

De repente no había carretera delante de mí. El golpe fue seco, y la moto se quedó donde estaba. Mi cuerpo voló unos metros y luego rodó otros pocos, antes de detenerse junto a la acera. Primero moví un dedo, luego todos los demás. Ninguno me dolía, y tampoco las piernas. Pensé en los segundos en que había estado en el aire. Recordaba haber tenido tiempo de pensar "¡mierda, la he cagado!", antes de dejar de dar vueltas.

No había nadie cerca. Me levanté y me quité el casco. Sabía que el primer golpe contra el suelo había sido con la cabeza. Me miré las heridas, había quemaduras muy feas pero nada grave. Dejé la moto apoyada en una farola y comencé a caminar hacia casa.

La música me ayudó a tranquilizarme. Siempre llevaba encima buenas canciones. Billie Joe comenzó a cantar Boulevard of Broken Dreams. Me identifiqué muy rápidamente con lo que decía. "I walk this empty street , on the Boulevard of Broken Dreams. When the city sleeps and I'm the only one, and I walk alone". Joder, aquella calle desierta y el cabrón de Billie cantando eso...me sentí triste y sólo esa noche. Se me clavó en la mente ese momento.



domingo, 4 de marzo de 2012

el día histórico que casi nadie vio

Existen historias de ayer que hoy son ya leyendas. Hechos que una vez ocurrieron pero que ahora son mitos, leyendas de la antigüedad. Y no es el paso del tiempo el único en combatir los recuerdos de la humanidad y convertirlos en meros cuentos fantásticos.
Es también lo irreal que hay en las grandes hazañas del pasado lo que las hace desplazarse muy poco a poco, y de manera casi inapreciable, desde los libros de historia hasta el imaginario popular. Es fácil dejarse llevar por las voluptuosas hadas de la imaginación, pero hay que saber distinguir los cuentos de la realidad, por muy pretérita e inconcebible que ésta sea.


En este sentido, hay varias historias que pueden ejemplificar este paso de la realidad al mito. Todas ocurrieron hace mucho tiempo.Pero hay una historia en particular que ocurrió en la segunda mitad del siglo XX, y sin embargo desprende el mismo aroma inconfundible a leyenda, a cuento.


En marzo de 1962, en Hersey, Pensilvania, un jugador de baloncesto llamado Wilt Chamberlain anotó 100 puntos en un solo partido de liga sin prórrogas. El atormentado rival eran los Knicks de Nueva York, pero aún asi no habia prensa neoyorkina en el campo aquel día. Apenas algún reportero y fotógrafos locales tomaron pruebas de la celebración de aquel partido.
La liga nacional de baloncesto era entonces un evento semi-desconocido en los Estados Unidos, y desde luego no del todo "nacional", puesto que los equipos participantes se concentraban cerca de la costa este. La NBA no era considerada una de las Grandes Ligas, y fue en estas circunstancias que aquel partido no fue televisado, y solo una emisora de radio local de Philadelphia retransmitió el encuentro.


Unos 4.120 espectadores, unos cuantos trabajadores del los Philadelphia Warriors, dos fotógrafos, y un speaker que ya es histórico, fueron los únicos testigos de un partido de baloncesto que quedó guardado de forma muy brumosa e inexacta en los libros de recuerdos. Chamberlain, The Big Dipper, anotó 100 puntos, un récord inimaginable entonces, y ahora, y una proeza digna de los mejores cuentos de hadas. Cuando llegó a los 98 puntos, a falta de poco más de un minuto para el final del partido, todo el mundo gritaba ya que se la dieran, que metiera los dos puntos que faltaban. Los rivales habían estado intentando hacer faltas a sus compañeros para evitar que él anotase más. Pero al final también se habían rendido. No hubo faltas mientras los Warriors se la daban a Wilt una vez, fuera, otra vez, fuera, una tercera vez, dentro. La gente saltó al campo buscando al héroe, el partido se detuvo durante unos 9 minutos antes de poderse jugar los cuarenta y tantos segundos que aún quedaban por jugarse.


Con el tiempo, los datos han ido aflorando, y sesudos investigadores han podido reconstruir lo que ocurrió aquella noche. Pero aún así no hay imágenes. No hay ni un segundo de vídeo, y apenas dos o tres fotografías de Wilt aquella noche. Fotografías que son piezas de museo y que, aunque sean vistas mil veces, siguen representando el débil lazo que une aquel día mágico con el mundo real.


Lo fascinante del caso es que solo unas 4.200 personas pudieron vivir aquello en directo, y sin embargo se cuentan por millares los que afirman o afirmaron haber estado allí. Haber vivido el día histórico en que un deportista creció desde los dos metros quince hasta la talla de un gigante.


2 de Marzo de 1962. 
Chamberlain abandona la cancha en la que anotó 100 puntos