La cosa acabó mal.
Después de ir ganando con soltura a los mequetrefes del barrio de abajo durante
todo el partido, una mala racha en el último cuarto sumada a un buen saco de
suerte por parte de ellos acabaron con las ilusiones del equipo, las de Joe, y
las del vendedor de perritos de la primera esquina, que sabía muy bien que los
días de victoria los chavales comían el triple.
Joe jugaba al
baloncesto desde hacía varios años, pero nunca se había sentido realmente un
jugador. No tenía esa llama en su interior que había visto en otros, no sentía
la necesidad de entrenar duro para mejorar, ni mucho menos pensaba en dedicarse
al deporte a tiempo completo en el futuro. Simplemente se lo pasaba bien con
los muchachos. Sin embargo ese día la derrota le dolió. Quizá fue la clásica
enemistad que les unía con el barrio de abajo, quizá fue algo mas. Joe no se
preocupó de pensarlo mucho; a veces uno caminaba con ciertos sentimientos que
no podía explicar, pero desde luego no le impedian seguir caminando. Esa noche
se fue a la cama con la sensación de que iba a soñar. Al menos, pensó, para eso
servirían sus absurdas emociones, esas tan incoherentes consigo mismo. Y soñó.
Cuando abrió los
ojos lo primero que le llamó la atención es que era negro. Por fin, pensó,
mientras se miraba entre las piernas. Luego miró a su alrededor con algo de
desilusión, pero con gran curiosidad por el mundo que le rodeaba. Desde luego
no era un lugar donde los billetes hubieran llovido del cielo. Se diría que ni
siquiera había chispeado. Pero el lugar emanaba sensaciones fuertes,
sufrimiento, lucha, y mucho, mucho baloncesto. Joe entendió y de alguna forma
se llevó una segunda desilusión. No habría gran historia si la cosa giraba en
torno al deporte, ese era un tema que se asociaba con el entretenimiento, la
diversión, pero él ya le había cogido el gusto a las cosas con profundidad. Se
acordó de Cousteau. De todos modos puso atención a lo que le ocurría.
Con ese punto de
vista único que le daban sus sueños, Joe conoció a Will, y conoció sus
fantásticas habilidades baloncestisticas. También conoció a su madre, amorosa e
ignorante, que esperaba que hubiera algún futuro para su hijo pequeño. Conoció
a su tío, trabajador a ratos, entrenador personal a tiempo completo, jugador
frustrado en el corazón. De alguna forma, estaba intentando conseguir a través
de Will lo que la vida y el sistema universitario le había negado a él unos
años antes: triunfar en el baloncesto, llegar lejos, ganar tanto dinero como
para poder comprar una casa a mamá. Conoció también a su entrenador, que le
consideraba el mejor en su equipo pero se olvidaba de que también era una
persona. Como el resto del sistema deportivo escolar, sabía que había mucho
dinero y muchos intereses a la sombra de los chavales, y vivía para ello.
Conoció a sus profesores, que luchaban por hacerle aprender algo mientras le
explicaban una y otra vez que sin buenas notas no podría seguir jugando al
baloncesto cuando creciera. Joe se sintió mal por el pobre Will, él solo quería
jugar al baloncesto y parecía que todo dependía de que aprobase sus exámenes.
Pensó que él jugaría lo mismo en su equipo si suspendía alguna asignatura, como
si sacaba un puñado de sobresalientes. Pero Will no era capaz de aprobar sus
exámenes, le faltaba interés, concentración, quizá su cabeza ya estaba
demasiado llena por la ilusión de que el baloncesto le sacaría de una vida
triste, que con el baloncesto haría feliz a su familia, que con el baloncesto
él sería feliz.
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