domingo, 9 de febrero de 2014

Hoop Dreams (parte I)

La cosa acabó mal. Después de ir ganando con soltura a los mequetrefes del barrio de abajo durante todo el partido, una mala racha en el último cuarto sumada a un buen saco de suerte por parte de ellos acabaron con las ilusiones del equipo, las de Joe, y las del vendedor de perritos de la primera esquina, que sabía muy bien que los días de victoria los chavales comían el triple.
Joe jugaba al baloncesto desde hacía varios años, pero nunca se había sentido realmente un jugador. No tenía esa llama en su interior que había visto en otros, no sentía la necesidad de entrenar duro para mejorar, ni mucho menos pensaba en dedicarse al deporte a tiempo completo en el futuro. Simplemente se lo pasaba bien con los muchachos. Sin embargo ese día la derrota le dolió. Quizá fue la clásica enemistad que les unía con el barrio de abajo, quizá fue algo mas. Joe no se preocupó de pensarlo mucho; a veces uno caminaba con ciertos sentimientos que no podía explicar, pero desde luego no le impedian seguir caminando. Esa noche se fue a la cama con la sensación de que iba a soñar. Al menos, pensó, para eso servirían sus absurdas emociones, esas tan incoherentes consigo mismo. Y soñó.

Cuando abrió los ojos lo primero que le llamó la atención es que era negro. Por fin, pensó, mientras se miraba entre las piernas. Luego miró a su alrededor con algo de desilusión, pero con gran curiosidad por el mundo que le rodeaba. Desde luego no era un lugar donde los billetes hubieran llovido del cielo. Se diría que ni siquiera había chispeado. Pero el lugar emanaba sensaciones fuertes, sufrimiento, lucha, y mucho, mucho baloncesto. Joe entendió y de alguna forma se llevó una segunda desilusión. No habría gran historia si la cosa giraba en torno al deporte, ese era un tema que se asociaba con el entretenimiento, la diversión, pero él ya le había cogido el gusto a las cosas con profundidad. Se acordó de Cousteau. De todos modos puso atención a lo que le ocurría.
Con ese punto de vista único que le daban sus sueños, Joe conoció a Will, y conoció sus fantásticas habilidades baloncestisticas. También conoció a su madre, amorosa e ignorante, que esperaba que hubiera algún futuro para su hijo pequeño. Conoció a su tío, trabajador a ratos, entrenador personal a tiempo completo, jugador frustrado en el corazón. De alguna forma, estaba intentando conseguir a través de Will lo que la vida y el sistema universitario le había negado a él unos años antes: triunfar en el baloncesto, llegar lejos, ganar tanto dinero como para poder comprar una casa a mamá. Conoció también a su entrenador, que le consideraba el mejor en su equipo pero se olvidaba de que también era una persona. Como el resto del sistema deportivo escolar, sabía que había mucho dinero y muchos intereses a la sombra de los chavales, y vivía para ello. Conoció a sus profesores, que luchaban por hacerle aprender algo mientras le explicaban una y otra vez que sin buenas notas no podría seguir jugando al baloncesto cuando creciera. Joe se sintió mal por el pobre Will, él solo quería jugar al baloncesto y parecía que todo dependía de que aprobase sus exámenes. Pensó que él jugaría lo mismo en su equipo si suspendía alguna asignatura, como si sacaba un puñado de sobresalientes. Pero Will no era capaz de aprobar sus exámenes, le faltaba interés, concentración, quizá su cabeza ya estaba demasiado llena por la ilusión de que el baloncesto le sacaría de una vida triste, que con el baloncesto haría feliz a su familia, que con el baloncesto él sería feliz.


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